Rutas/Routes
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Este ensayo fue traducido con la ayuda de Boris X. Martín, estudiante de posgrado en el departamento de Historia en la Universidad de Tulane.
Este año se conmemora el quinto centésimo aniversario de La Habana. El éxito de esta ciudad – según sus muchos cronistas – se debe a la cercanía de La Habana al mar y su bahía natural, que se convirtió en uno de los puertos mas productivos de toda la América Española (figuras 1,2). La colonia le dio forma a la geografía y la arquitectura de la ciudad y hoy, sus tambaleantes fachadas todavía son asociadas con sus antiguas fortunas, levantadas sobre el comercio de su puerto, el azúcar y la esclavitud. Sin embargo, las celebraciones por la fundación de la ciudad desaperciben el complejo legado de la esclavitud en Cuba. La Habana, es una ciudad que fue formada no solo por la actividad del puerto y la trata negrera, pero también por la institución de esclavitud. Sin embargo, poco se ha dicho sobre las formas en las que la esclavitud produjo y reconstruyo el espacio físico de La Habana.
El olvido colectivo de la esclavitud en el espacio urbano comenzó décadas atrás. La Habana y su infraestructura fueron catapultadas a la prominencia poco tiempo atrás, cuando la UNESCO la declaró Patrimonio de la Humanidad, en 1982. El área patrimonial cubre el perímetro de la antigua ciudad amurallada y el extenso sistema de fortificaciones construido “por el imperio español” (un eufemismo que ignora a los esclavos que reconstruyeron La Habana después de que el corsario francés Jacques de Sores quemó y saqueó el pueblo en 1555). Desde 1982, la UNESCO ha trabajado en colaboración con el gobierno cubano y la Oficina del Historiador de la Ciudad, un organismo institucionalmente poderoso y activo, para preservar los sitios más importantes de La Habana. En el momento de la designación histórica, el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) – un grupo privado de preservación radicado en Francia – estableció como una de las principales razones detrás del movimiento de 1982, para preservar y restaurar las áreas de la ciudad el ritmo rápido, heterogéneo y descontrolado de la urbanización en La Habana. Las preocupaciones sobre la integridad de La Habana enfocan la descontrolada migración interna y la recesión económica que dejó pocos recursos disponibles para la renovación urbana o la preservación histórica.
En realidad, las antiguas áreas de la ciudad programadas para su preservación son una invención colonial en más formas que la literalidad de sus orígenes. Mientras que la administración colonial construyó el núcleo de La Habana próximo a la bahía (por las regulaciones españolas y el sentido común), la ciudad siempre abarcó una mayor y más diversa geografía que la que celebramos hoy como la Habana Vieja. Residentes negros de la ciudad, libertos, así como ciertos esclavos y indígenas de la zona, vivieron dentro y alrededor del núcleo colonial. La ciudad que ahora está consagrada por la designación de la UNESCO de 1982, sin embargo, desconecta La Habana de esta historia y empaña la realidad de su pasado. La reproducción del perímetro amurallado de la ciudad y la exclusión de sitios históricos en las afueras del centro perpetua la idea de un paisaje moldeado solamente por planificadores europeos. La imagen contemporánea de la ciudad falla en no contar las maneras en las que las ganancias económicas consecuentes de la esclavitud y su comercio financiaron la expansión habanera. Esta versión de "La Habana Vieja" es un atractivo turístico para los más de cuatro millones de visitantes al año que vienen a Cuba esperando experimentar una autenticidad marcada principalmente por los estilos arquitectónicos españoles y norteamericanos, y el atractivo de una sociedad socialista en dificultades (figuras 3,4).
Esto no significa que la esclavitud no es reconocida en Cuba. Por el contrario, los esfuerzos para documentar y preservar su historia han estado en marcha durante décadas en forma de iniciativas de investigación y los mandatos de las instituciones culturales patrocinadas por el estado. Cuba es, además, uno de los miembros fundadores del Proyecto de la Ruta del Esclavo. Este es un proyecto de la UNESCO propuesto por Haití y lanzado por primera vez en Benín. El proyecto busca identificar "sitios e itinerarios de la memoria relacionados con el comercio de esclavos y la esclavitud" y "preservar los archivos escritos y el patrimonio intangible relacionado con esta historia". En Cuba, el Proyecto de la Ruta del Esclavo es un proyecto abarcador que involucra a ONG e instituciones estatales como museos, escuelas, universidades y centros de investigación académica. Uno de sus principales logros es el Museo de la Ruta del Esclavo ubicado en la provincia azucarera de Matanzas y dedicado específicamente a documentar la historia de Cuba con la esclavitud. El museo está ubicado en el castillo de San Severino, que fue construido inicialmente durante la primera mitad del siglo XVIII como parte del extenso sistema de defensa marítima de España. Posteriormente fue dañado durante la ocupación británica de La Habana en 1762 (en parte como resultado de la decisión del comandante español de destruir el fuerte antes de que pudiera ser capturado por los británicos, aunque de todos modos fue capturado). Esto llevó a las autoridades a reconstruirlo varios años después y el Castillo se convirtió en un sitio para las desembarcaciones de esclavos a fines del siglo XVIII. Su restauración en 1997 fue parte del esfuerzo de la UNESCO para documentar y preservar sitios importantes de esclavitud en todo el mundo.
El Proyecto de la Ruta del Esclavo en Cuba es uno de varios proyectos transcontinentales que lideran esfuerzos colaborativos de investigaciones globales para identificar, documentar, y marcar sitios vinculados al tráfico transatlántico de esclavos, incluidos los puntos de embarcaciones. Dichos proyectos documentan el Atlántico Negro a través de su capacidad para hacer visibles nodos de tránsito y movimiento; además, señalan las vastas economías internas que resultaron de la esclavitud. Desafortunadamente, muchos de estos proyectos de conmemoración, si bien señalan las formas en que las economías locales y globales se vinculan a través de la esclavitud, rara vez señalan las formas en que dichos pueblos y ciudades fueron apuntalados por la institución. La importancia que los administradores coloniales otorgaron al puerto y al sistema de defensa de la ciudad, por ejemplo, se ha reproducido a través de la designación de la UNESCO. Sin embargo, opaca los espacios de la ciudad fuera de la red "colonial" y elude la realidad vivida por la esclavitud y la falta de libertad.
Esta omisión ha sido en parte el resultado de la insistencia de los académicos en mirar hacia afuera – y hacia el Atlántico - para marcar los puntos de partida y entrada de las personas esclavizadas, y luego pivotar de inmediato a las zonas rurales productoras de azúcar como Matanzas, para rastrear el pasado esclavizado de Cuba. Este punto de vista ha oscurecido el impacto que la esclavitud tuvo en los pueblos y ciudades que dependían de industrias como el transporte marítimo, la construcción naval, la fabricación de telas y, por supuesto, el azúcar (por ejemplo, la aristocracia azucarera de La Habana se movía entre la ciudad y el campo, haciendo negocios en un lugar y a menudo manteniendo hogares en ambos). En La Habana, como en muchos puertos coloniales, la esclavitud y la economía esclavista facilitaron el desarrollo urbano de manera tangible desde su momento de fundación. Muchas de las plazas de La Habana eran espacios donde los esclavos y negros libres hacían negocios, y las calles se denominaban coloquialmente por nombres que hacían referencia a pasados criollos y africanos. El sistema de defensa (incluidos los fuertes históricos y las murallas de la ciudad) es un testimonio de las formas en que el trabajo forzado de los esclavos contribuyó a la construcción de la ciudad y su economía (figura 5). Hoy, el entorno constructivo de La Habana casi no reconoce oficialmente el pasado de la esclavitud. La Plaza de San Francisco en La Habana Vieja, uno de los sitios más antiguos de la trata transatlántica de esclavos en Cuba, donde se reunieron galeones y barcos españoles cargados de esclavos, ahora se abre a un muelle donde atracan los cruceros, un signo de la creciente industria turística de Cuba (figuras 6,7,8). Durante su larga historia, la plaza albergó, en un momento u otro, algunos de los sitos más importantes del dominio colonial español que fueron: el ayuntamiento municipal, la aduana, la cárcel y un convento franciscano. La plaza fue sometida a una restauración completa en la década de 1990, y hoy la antigua Lonja del Comercio, símbolos del colonialismo español y la dependencia a los Estados Unidos, se encuentra en un lugar destacado de las obras restauradas (figura 9). A pocas cuadras de distancia, la antigua Casa de los esclavos es uno de los pocos lugares que reconoce el pasado de esclavitud de La Habana. Una vez la casa de un comerciante de esclavos, el edificio ahora es parte de las oficinas del Historiador de la Ciudad, y es uno de los recordatorios físicos de cómo las ciudades luchan con los complicados legados de la esclavitud en el espacio urbano, y cómo el espacio y las estructuras dan testimonio de esta historia.